Hay un ejercicio que os quiero enseñar y Víctor la lleva usando desde los 3 años, que se llama la tortuga.
El ejercicio es un modo de autocontrol, en el cuál el niño tiene que comportarse como una tortuga, y replegarse en un caparazón imaginario hasta que consigue relajarse y no tiene ningún tipo de ira, enfado o ganas de agredir.
Para realizar el ejercicio, primero hay que contar una historia:
"Antiguamente
había una hermosa y joven tortuga que tenía 5 años ( se le aplica la
edad del niño para que se sienta reconocido en la historia) y acababa de
empezar el colegio. Su nombre era Pequeña Tortuga.
A
ella no le gustaba mucho ir al colegio, prefería estar en casa con sus
papás y con su hermano. No le gustaba aprender cosas en el colegio,
quería correr, jugar... era demasiado difícil y aburrido hacer fichas y
copiar de la pizarra o participar en algunas de las actividades.
No
escuchaba al profesor porque era más divertido hacer ruidos, que las
cosas que el profesor contaba y nunca recordaba que no los tenía que
hacer.
Le gustaba enredar a los compañeros, meterse con ellos o gastarles bromas. Así que el colegio para ella era un poco duro.
Cada
día en el camino hacia el colegio, se decía a sí misma que lo haría lo
mejor posible para no meterse en líos, pero a pesar de ello, era fácil
que algo o alguien la descontrolara y al final, siempre acababa enfadada
o se peleaba, o la castigaban. "Como siga así voy a odiar el colegio y a
todos", pensaba y la tortuga lo pasaba muy, pero que muy mal.
Un
día de los que peor se sentía, encontró a una vieja tortuga que tendría
más de trescientos años y era tan grande como una montaña.
La
Pequeña Tortuga le hablaba con una vocecita tímida porque estaba algo
asustada de la enorme tortuga, pero la vieja tortuga era tan amable como
grande y estaba dispuesta a ayudarla:
-"¡Oye! ¡Aquí!" dijo con su potente voz, "Te contaré un secreto. ¿Tú no
sabes que la solución a tus problemas la llevas encima de tí?".
La Pequeña Tortuga no sabía de lo que estaba hablando...
-"¡Tú caparazón!"- le gritaba- "¿Para que tienes tu concha? Tú te
puedes esconder en tu concha siempre que tengas sentimientos de rabia,
ira, cuando tengas ganas de romper algo, de gritar, de pegar... Cuando
estés en tu concha puedes descansar un momento hasta que ya no te
sientas tan enfadada y así la próxima vez que te enfades ¡Métete en tú
concha!".
A
la Pequeña Tortuga le gustó la idea y estaba muy contenta de intentar
este nuevo secreto en la escuela y al día siguiente ya lo puso en
práctica.
De
repente un niño que estaba cerca de ella accidentalmente le dió un
golpe en la espalda y empezó a sentirse enfadada y estuvo a punto de
perder su nervios y devolverle el golpe, cuando de pronto, recordó lo
que la vieja tortuga le había dicho, asique se sujetó los brazos,
piernas y cabeza tan rápido como un rayo y se mantuvo quieta hasta se le
pasó el enfado.
Le
gustó mucho lo bien que estaba en su caparazón donde nadie la podía
molestar. Cuando salió se sorprendió de encontrarse a su profesor
sonriendo, contento y orgulloso de ella.
Continuó
usando su secreto el resto del año y lo utilizaba siempre que alguien o
algo le molestaba y también, cuando ella quería pegar o discutir con
alguien.
Cuando
logró actuar de esta forma tan diferente, se sintió muy contenta en
clase y todo el mundo la admiraba y querían saber cuál era su mágico
secreto"
FIN
Si quereis verlo en el ordenador con dibujos, meteros en el cuento de la tortuga.
Esta
práctica hay que enseñarsela al niño hasta que lo coja por costumbre,
ya que el niño tiene que aprender que cuando se sienta mal tiene que
realizarla por sí solo y si todavía no controla los impulsos, nosotros
le darémos la orden de "tortuga" y él tendrá que hacerla.Se recomienda darles recompensas cuando se hace bien para la motivación del niño
Con
la profesora, Victor la sigue haciendo cuando está muy descontrolado y
es una práctica que ha tenido su tiempo hasta que la ha aprendido, ya
que es dificil porque no hace caso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario